No. Ni
éxtasis, ni LSD, ni cristal, ni ninguna de estas mierdas que te puedan ofrecer
un sábado a las 4 de la mañana. La droga más peligrosa a la que se enfrenta la
juventud actual es el inconformismo permanente.
Algunos
estaréis pensando que qué extremista soy, que cómo me gusta alarmar como si
nada, pero a lo mejor dejáis de pensarlo cuando os veáis reflejados en lo que
voy a exponer.
El
inconformismo permanente se caracteriza por el “siempre quiero más”: Que he sacado un 8 en un examen, no
estoy contento porque podría haber sacado un 9 como han sacado otros
compañeros; que me compro una chaqueta en una de mis tiendas favoritas, no lo
termino de disfrutar porque no me he comprado también esos vaqueros que he
visto, siendo que tengo otros diez iguales en el armario y ni tan siquiera me
los pongo; que en el trabajo me han mandado quedarme a hacer horas extras, me
quejo por tener que trabajar más horas pero luego bien que me gasto el dinero
de las extras con toda la alegría del mundo; que voy a casa y tengo para comer
verdura, no doy saltos de alegría porque ese día quería que mi madre adivinara
por ciencia infusa que ese día quería pasta; que estoy un viernes de fiesta y
mis amigos se van a las 4 a casa, digo que ha sido una porquería de noche
porque nos hemos ido muy pronto y no hemos llegado a entrar en un after… Y así, sin parar. Los ejemplos
son infinitos, y seguro que os habéis visto reflejados en todos o alguno de
ellos.
Y es una
pena absoluta, porque en lugar de alegrarnos por sacar un notable alto, de
tener trabajo y de este modo ser económicamente independientes (o intentarlo), por
poder comprarnos y estrenar ropa con frecuencia, por tener la suerte de tener
algo que comer todos los días, de tener una madre que nos quiere con locura y
que nos cocina con todo su amor, de valorar el hecho de pasar rato con nuestros
amigos y de disfrutar de las horas que hemos pasado juntos… Lo que hacemos es
quejarnos de aquello que no tenemos o que no hemos hecho.
Realmente
la clave para ser felices en la vida está en saber disfrutar de cada momento,
de exprimir cada segundo, de quedarnos con lo bueno, y de aceptar que no
siempre las cosas serán como nosotros queremos que sean, pero que podemos darle
la vuelta y disfrutar de cada situación, aunque no sea tal y como la planeamos.
Esto nos
pasa con mucha frecuencia: tenemos un plan ideado al minuto, y si algo falla
nos venimos abajo y ya no tenemos ganas de afrontar que las circunstancias han
cambiado, pero que eso no implica que cambien a peor. Simplemente nos dedicamos
a decir que qué rabia que las cosas no hayan salido como queríamos, que qué
decepción… Y entre queja y queja no valoramos los momentos únicos y mágicos que
se pueden vivir cada segundo.
No lo
olvides:
“Sólo depende de
ti hacer de cada instante un momento único que guardar eternamente en tu
memoria”
Pic by IStock
Comentarios
Publicar un comentario